Caso 3. Spector y el origen del cáncer

Tienes 16 años, te apasiona la ciencia y todos tus profesores del instituto te animan a ir a la universidad, pero tus padres no tienen dinero ni para seguir manteniéndote y las circunstancias te obligan a dejar el instituto para ponerte a trabajar. Aunque no puedas permitirte ir a la universidad pasas las noches estudiando por tu cuenta y cuando pasan unos cuantos años te das cuenta de que sabes mucho más que amigos tuyos que han estudiado una carrera…

A - Decides cumplir tus sueños de adolescencia por la vía rápida, falsificas un título en bioquímica y un par de postgrados, y entras a trabajar en un grupo de investigación. Has tenido unas cuentas ideas que crees que pueden ser interesantes y quieres que el mundo reconozca tu genio. En el laboratorio te acogen como a uno más y sientes que por fin has encontrado tu sitio en el mundo pero el entusiasmo te puede y no tienes paciencia. La ciencia es lenta y tú sabes que tus teorías son ciertas así que simplemente aceleras el proceso de reconocimiento generando los datos que demostrarán tus hipótesis. La comunidad científica te aclama y por fin obtienes el reconocimiento que te mereces.

B – Sabes que eres bueno y quieres que el mundo lo sepa pero aunque tienes formación no tienes la titulación necesaria. Sigues trabajando y pides un crédito para pagarte las clases nocturnas en la universidad. Después de años de insomnio y mucho trabajo consigues graduarte pero ya tienes casi 30 años, ninguna experiencia en laboratorio y un crédito que devolver al banco. Consigues compaginar tu empleo con un contrato a tiempo parcial en un grupo de investigación, y poco a poco vas progresando. Puede que dentro de un tiempo puedas cumplir por fin tu sueño y dedicarte por entero a lo que más te gusta.

C – Vas a la universidad para hablar con un profesor, le expones tu caso y le planteas tus ideas. Le propones hacer un trato, si él consigue que te convaliden los estudios tú trabajarás en su departamento y dejarás que publique tus descubrimientos a su nombre. Cuando la “deuda” esté pagada tú tendrás tu título y podrás acreditar experiencia en el trabajo de laboratorio.

D – Sabes que eres más inteligente que nadie y puedes demostrarlo. Escribes una serie de artículos exponiendo “tus descubrimientos” y los envías a todas las publicaciones que se te ocurren falsificando la universidad de referencia, tus títulos y los datos de tu equipo. Total, sólo hay que saber cómo escribir las cosas. Tus ideas son buenas y están bien respaldadas por los “datos” aportados así que pasan los filtros y finalmente se publican. Tú solito has dejado en ridículo a la comunidad científica y a sus sistemas de verificación.

E – Con lo que has conseguido tienes suficiente, te has demostrado a ti mismo que eres capaz de estudiar por tu cuenta y ahora puedes relajarte y seguir con tu vida.


En la primavera de 1981 una nueva superestrella de la investigación del cáncer hizo su aparición. Mark Spector, de sólo 24 años, bajo la tutela de su profesor, Efrain Racker, propuso una elegante teoría sobre el origen del cáncer basada en sólidos experimentos que podría hacerlo merecedor del premio Nobel de Medicina. En tan sólo 28 meses Spector pretendió demostrar que la ATP-asa sodio-potasio dependiente es fosforilada por una serie de cuatro enzimas conocidas como proteinocinasas, que se activan sucesivamente en la célula cancerosa en un proceso de "cascada". Según Spector en ese breve lapso había aislado y caracterizado los cuatro enzimas responsables del proceso (trabajo que generalmente lleva varios años, aún a investigadores avezados y en laboratorios bien equipados). Su hipótesis y datos experimentales encajaban perfectamente con los nuevos descubrimientos del cáncer, en especial con la demostración de que algunos oncogenes codifican la síntesis de una proteinocinasa. Los biólogos moleculares calificaron los descubrimientos de Spector de espectaculares y unificadores: no obstante, cuando otros investigadores trataron de repetirlos o aplicarlos, encontraron que no podían hacerlo. En la Universidad de Cornell, en el Instituto Nacional del Cáncer y en otros prestigiados laboratorios surgieron dudas sobre la probidad del "genio" de las proteinocinasas. En poco tiempo se desenmarañó el acertijo: Mark Spector había falsificado sus experimentos. Lo más sorprendente fue descubrir que el joven genio no tenía siquiera el grado de bachiller y que había logrado engañar a todo el sistema hasta obtener un puesto privilegiado que le permitió llegar a los estratos más elevados de la ciencia. Como dijera Richard McCany, bioquímico de Cornell, "si Spector hubiera propuesto sus ideas sólo como una hipótesis, podría ser reconocido como un genio".

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